"Esperar puede ser difícil. Los niños lo saben, al igual que los adultos. Vivimos en un mundo que ofrece comida rápida, mensajería instantánea, películas a pedido y respuestas inmediatas a las preguntas más triviales y a las más profundas. No nos gusta esperar. Algunos incluso sienten que les sube la presión si la fila que están haciendo en el supermercado se mueve más despacio que las otras. La paciencia -la capacidad de aplazar por un tiempo nuestros deseos- es una virtud preciada e inusual. Queremos lo que queremos y lo queremos ya. Por tanto, la idea en sí de la paciencia puede parecer desagradable y, a veces, amarga. No obstante, sin paciencia no podemos agradar a Dios; no podemos llegar a ser perfectos. De hecho, la paciencia es un proceso purificador que refina el entendimiento, aumenta la felicidad, centra la acción y ofrece la esperanza de la paz. Como padres, sabemos cuán imprudente sería satisfacer todos los deseos de nuestros hijos; pero los niños no son los únicos que se echan a perder cuando siempre reciben satisfacción inmediata. Nuestro PadreCelestial ya sabe lo que los buenos padres comprenden con el tiempo: para que los hijos maduren y logren su potencial, deben aprender a esperar."
Pte. Dieter F. Uchtdorf
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