lunes, 9 de agosto de 2010

Ntra. Responsabilidad

"Yo ruego que el poder sanador de Cristo pueda extenderse por toda la tierra, difundirse en nuestra sociedad y llegar a nuestros hogares, para que cure el corazón de los seres humanos de la maldad y de los elementos negativos como la ambición, el odio y los conflictos. Yo creo que puede suceder. A fin de que el cordero pueda echarse con el león, la paz tendrá que vencer los conflictos y el poder curativo tendrá que sanar las heridas. Jesús de Nazaret sanó a los enfermos que lo rodeaban. Su poder regenerador nos asiste en la actualidad por medio del santo sacerdocio. Sus enseñanzas divinas, su ejemplo incomparable, su vida perfecta, su sacrificio completo traerán curación a los corazones sufrientes y reconciliación a los que discutan y griten, incluso paz a las naciones en guerra si la buscamos con humildad y perdón y amor. Como miembros de la Iglesia de Jesucristo, tenemos el ministerio de curar y el deber de vendar las heridas y calmar el dolor de los que sufren. Invoco al poder sanador de Cristo para que auxilie a este mundo lleno de ambición y contención; a familias desgraciadas por las discusiones y el egoísmo; a personas abrumadas por el pecado, los problemas y la tristeza, y doy mi testimonio de su eficacia y maravilla."
Pte. Gordon B. Hinckley
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