"En nuestra jornada terrenal, es útil recordar que lo opuesto es también verdadero: Cuando no guardamos los mandamientos ni los susurros del Espíritu Santo, se reducen nuestras oportunidades; nuestras facultades para actuar y progresar disminuyen. Cuando Caín tomó la vida de su hermano porque amaba a Satanás más que a Dios, se detuvo su progreso espiritual. En mi juventud aprendí una importante lección sobre cómo nuestras acciones pueden limitar nuestra libertad. Un día mi padre me asignó barnizar un piso de madera. Decidí comenzar en la puerta y continuar hacia el interior de la habitación. Cuando estaba por terminar, me di cuenta de que no había manera de salir. No había ventana ni puerta al otro lado. Estaba como en un callejón sin salida y no podía salir. Estaba atrapado. Siempre que desobedecemos, nos encontramos espiritualmente en un callejón sin salida y somos cautivos de nuestras elecciones. A pesar de estar atrapados espiritualmente, siempre hay una forma de regresar. Al igual que el arrepentimiento, el regresar y caminar por el piso recién barnizado significa trabajar mucho para volver a lijarlo y renovar el acabado. Regresar al Señor no es fácil, pero vale la pena. Al entender el desafío del arrepentimiento, agradecemos las bendiciones del Espíritu Santo al guiar nuestro albedrío, y las del Padre Celestial, quien nos da mandamientos, nos fortalece y sustenta para guardarlos. También entendemos la forma en que la obediencia a los mandamientos, al fin de cuentas, protege nuestro albedrío." Elder Robert D. Hales |
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Proteger Nuestro Albedrío
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