"El orgullo es pecaminoso ya que produce odio u hostilidad y nos coloca en oposición a Dios y a nuestros semejantes. Esencialmente, el orgullo es un pecado de comparación, porque, aunque por lo general comienza con: "Mira qué maravilloso soy y qué cosas grandiosas he hecho", siempre parece terminar con: "Por lo tanto, soy mejor que tú". Cuando nuestro corazón está lleno de orgullo, cometemos un grave pecado, porque violamos los dos grandes mandamientos. En lugar de adorar a Dios y amar a nuestro prójimo, ponemos de manifiesto el verdadero objeto de nuestro amor y adoración: la imagen que vemos en el espejo. El orgullo es el gran pecado de elevarse a uno mismo. Para muchas personas es un Rameúmptom personal, un púlpito santo que justifica la envidia, la codicia y la vanidad. En cierto sentido, el orgullo es el pecado original, porque antes de la fundación de esta tierra, el orgullo hizo caer a Lucifer, un hijo de la mañana "que tenía autoridad delante de Dios". Si el orgullo puede corromper a alguien tan capaz y prometedor como él, ¿no deberíamos examinar también nuestra propia alma?"
Pte. Dieter F. Uchtdorf