...mi corazón se ha determinado a hacer la voluntad de Dios, a edificar Su Reino sobre la tierra, a establecer Sión y sus leyes, y a salvar a la gente... Yo no amo, sirvo o temo al Señor por el simple hecho de librarme de toda maldición ni para obtener algún valioso regalo o bendiciones en la eternidad, sino solamente porque los principios que Dios ha revelado para la salvación de los habitantes de la tierra son puros, sagrados y exaltadores en su naturaleza. En ellos hay honor y eterno progreso, nos guían de luz en luz, de fortaleza en fortaleza, de gloria en gloria, de conocimiento en conocimiento, y de poder en poder. (DBY, 452)
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