"No sabemos todo lo que yace adelante; vivimos en un mundo de incertidumbre. Para algunos, habrá grandes logros; para otros, desilusiones. Para algunos, mucho gozo y alegría, buena salud y una vida holgada; para otros, quizás enfermedad y un grado de pesar. No lo sabemos. Pero de una cosa estamos seguros: al igual que la estrella polar de los cielos, pese a lo que depare el futuro, allí se encuentra el Redentor del mundo, el Hijo de Dios, seguro y firme, como el ancla de nuestra vida inmortal. Él es la roca de nuestra salvación, nuestra fortaleza, nuestro consuelo, el mismo punto central de nuestra fe. Acudimos a Él en tiempos buenos o malos, y Él está allí, para darnos seguridad y aprobación. Él es el punto central de nuestra adoración; Él es el Hijo del Dios viviente, el Primogénito del Padre, el Unigénito en la carne. Nadie tan grandioso ha caminado sobre la tierra; ningún otro ha hecho un sacrificio comparable ni otorgado una bendición semejante. Él es el Salvador y el Redentor del mundo. Creo en Él; afirmo Su divinidad sin dudas ni evasivas. Lo amo. Pronuncio el nombre de Jesucristo con reverencia y maravilla. Él es nuestro Rey, nuestro Señor, nuestro Maestro, el Cristo viviente, que está a la diestra de Su Padre. ¡Él vive! Él vive, resplandeciente y maravilloso, el Hijo viviente del Dios viviente."
Pte. Gordon B. Hinckley
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